Saber esperar
El vino es como una
persona tímida cuando la ves no te dice mucho, pero luego con el tiempo vas
descubriendo características que la hacen especial.
Su bisabuelo desembarcó en nuestra tierra luego de un largo
viaje y vio que nuestro terreno era bueno para la plantación de viñedos y eso
fue lo que hizo, al cabo de un tiempo la tierra se llenó de uvas. Mi bisabuelo tuvo la visión del método artesanal y nosotros lo continuamos:
nuestros vinos están en armonía con las estaciones y con la tierra por lo que
cada añada es en su esencia diferente a la otra dependiendo del tiempo pero
además de lo que en ese año hayamos querido desarrollar.
Poca idea tengo yo del arte de hacer vino y por eso cuando
hablamos de los aromas ella despliega un abanico de imágenes olfativas que se
me hace difícil interpretar. Es que tenés que hacerte como un banco de
imágenes –me dice, mientras escaneo en mi archivo desde lo más añejo hasta
mi actualidad y apenas si logro encontrarme con un pobre registro de este lenguaje.
Ella –una chica dulce y muy dispuesta a contar cada detalle, me ayuda: me
cuenta de frutas cítricas y de las distintas maderas y en mi imaginario comienza
un desfile de aromas que se pasea con cierta fluidez. Ahora está mucho mejor. Acto seguido sube a la fábrica y busca una copa – es de laboratorio, me aclara y se dispone a abrir un barril.
Enseguida me la llena con vino blanco, tiene un olor penetrante que
rápidamente se impregna en mi memoria. Me dice que primero lo sienta en la
nariz y que luego lo sienta en la boca para así poder reconocer sus notas
aromáticas algo que perfectamente podría llamarse cata. El campo y las frutas con una liviandad primaveral,
pienso.
Cada dato que confiesa es un pasaporte para un viaje de
fotografías perfumadas. Un lento recorrido por el tiempo y la intriga de la espera.
Hacer vino tampoco es para gente apurada sino todo lo contrario: es la
recompensa por haber sabido esperar con calma. Es el amor por la tierra y por la
naturaleza. Trabajamos con la idea de no
alterar ni modificar nada, aceptando la cosecha tal cual se nos presenta
sabiendo que el clima puede o no ayudarnos pero eso es lo que en definitiva,
hace al proceso artesanal.
Dejo la bodega con la sensación de llevar una valija
invisible cargada de nuevas esencias en esta mañana limpia. Acercarse a la
tierra es como escuchar una canción de cuna, por más veces que uno repita su
melodía nunca se cansa, ¿por qué será que en la sencillez hay tanto regocijo?
excelente nota! ... gracias por compartirla... como siempre, un beso, Lucia.-
ResponderEliminarGracias Lucía ♥
ResponderEliminarque lindos recuerdos me trae esta nota. la primera vez que tuve que informarme acerca de los vinos fue por obligación (trabajo); y anunca más pude separarme de todo ese proceso mágico que implica: "hacer vino". precioso!!
ResponderEliminarYo no conocía casi nada y fue muy copado aprender un poco de todo ese universo, gracias por el comentario!
ResponderEliminar¡Qué preciosa nota! La leí sonriendo y asintiendo por la calidez de tu buen relato y porque al vino siempre lo rodea ésto que transmites tan bien...compañía, imágenes, oficio y tanta sutileza aromática.
ResponderEliminarY tienes toda la razón... en la sencillez hay tanta riqueza libre de adornos que sólo queda lo esencial que siempre regocija.
Un beso grande. ¡Un placer leer tu nota tan sensible y emotiva!
Gracias Pati y también yo hice sonriendo esta nota!
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